Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos son el evento planetario por excelencia. En los canales de televisión se disparan las audiencias con cifras astronómicas de millones de telespectadores. En el mundo de los medios de comunicación esto representa ganancias millonarias. Todas las marcas comerciales acuden frenéticamente a este mercado con la única meta de conseguir más ventas y proponer sus productos en cada corte publicitario de las pruebas olímpicas.
Todos están expectantes de los atletas que romperán el techo de un récord olímpico o un récord mundial. Como reza la máxima olímpica: «más rápido, más alto, más fuerte». Pero existe un mundo paralelo y oscuro del ideal olímpico y del deporte y es la trastienda oscura de las estrategias, las tácticas y las astucias que se usan para lograr medallas.
Algunos países y atletas son capaces de cualquier cosa por lograr una medalla. Éste es el triste caso de una saltadora china de trampolín sincronizada que obtuvo su tercera medalla de oro consecutiva en el trampolín de tres metros.
Compartimos este recorte de prensa: «La china Wu Minxia, saltadora de trampolín sincronizada,
consiguió el domingo pasado su tercera medalla de oro consecutiva en el trampolín de 3 metros. Pero la noticia no está en esa medalla. La noticia es que su padre le ocultó a la saltadora que su madre está luchando contra el cáncer desde hacía ocho años. Según ellos lo hicieron para no desconcentrarla, como bien recoge el rotativo Shangai Daily.
También se le ocultó otro dato importante en su vida. Su abuela murió
antes de que ella compitiera. Su padre la mintió: “Wu nos ha llamado cuando su abuela acababa de morir. Apreté los dientes y le dije: ‘todo va bien, no hay ningún problema’”. Él considero que mentir a su hija era lo esencial para no perturbar su concentración.
La reacción de los internautas no ha tardado en producirse: “Aparte de volver locos a nuestra gente, nuestra estrategia olímpica también hace que la gente pierda su humanidad”, escribió un ‘bloguero’ en su blog.
Es sabido que las escuelas deportivas de China son las más duras del mundo. Que preparan a sus deportistas a unos ritmos infernales, lo que les ha permitido tener a China en los más altos del medallero de Pekín y esperan que en Londres se repita.»
Volvamos a nuestra meditación, Fu Mingxia es de Wuhan, de 34 años de edad, entró a los cinco años a practicar el deporte de la gimnasia, pero pronto lo cambió por los saltos. A los 9 años abandonó su hogar para ir a entrenar con el equipo nacional en Pekín.
Los países totalitarios dentro de la antigua Unión Soviética, en su afán de destacar en el mundo del deporte, se dieron la tarea «científica» de alterar las capacidades de sus atletas con métodos brutales e intolerables. Como por ejemplo embarazar a las jóvenes atletas para mejorar su rendimiento hormonal y así lograr mayores capacidades musculares, obligándolas después de las olimpiadas al aborto. Estas, y otras muchas prácticas, que el olimpismo mundial no ignoraba pero se hacía de la vista gorda para evitar conflictos diplomáticos, y sobre todo, no perder la tajada de las ganancias millonarias que genera el negocio olímpico.
En el caso de la atleta china Fu, se ocultó la verdad para obtener su rendimiento máximo en la competición. Se le ocultó la pérdida de la abuela, el cáncer de la madre, para no perturbar su concentración según el padre: «hubo que apretar los dientes» cuando Fu preguntaba.
Todavía no se han concluido los Juegos Olímpicos, pero, Fu ya tiene que hacer frente a la otra cara amarga de la medalla. Se ha violentado el derecho más fundamental del ser humano: «conocer la verdad». Este triste evento olímpico, nos da dos lecciones importantes.
La primera: Los sentimientos poseen una influencia indiscutible en los rendimientos humanos. Somos seres sujetos al poder de los sentimientos, de las aflicciones, de los reveses de la vida. Lo tangible (los músculos) depende de lo intangible (sentimientos); lo visible se altera por medio de lo invisible.
Dicho de otra manera, lo invisible tiene un poder inimaginable en lo visible y lo tangible. Somos seres que reaccionamos a esas fuerzas invisibles para el ojo humano. Somos seres emocionales y nuestras emociones impactan grandemente nuestro rendimiento intelectual, muscular, temperamental.
El Apóstol Pablo nos recuerda lo fundamental de tener la paz de Dios en nuestros corazones y sentimientos: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” (Colosenses 3.15, RVR60)
La segunda lección es la siguiente: ¿Qué habría pasado si Fu Mingxia hubiera conocido todo que le han ocultado? Quizá no hubiera alcanzado la medalla de oro, o también es probable que en respuesta a su infortunio y para honrar su familia hubiera trascendido y obtenido la medalla. Tanto si hubiera perdido como si hubiera ganado, le habríamos dado la medalla de la admiración mundial. Si ganaba la medalla conociendo la triste verdad, ésta victoria hubiese sido mucho más importante que obtenerla sin saber la verdad, a nuestros ojos tendría mayor valor que la que ha obtenido, porque saber que a pesar de su sufrimiento conquistó el oro nos hubiera llevado a la admiración. En conclusión, los que triunfan en medio del dolor nos cautivan y nos estimulan a superarnos.
La diferencia entre lo uno y lo otro, es que Fu hubiera podido decidir por sí misma la respuesta que tenía que darle a la fatalidad. La mentira le robó la libertad de tomar su propia decisión. Su medalla estaría envuelta en la admiración, en la empatía, pero ahora su medalla está envuelta en el escándalo y la vergüenza de aquellos que le ocultaron la verdad.
Jesús nos llama a conocer la verdad para poder ser libres “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8.32, RVR60)
Es mejor conquistar por medio de la verdad amarga que triunfar con la ayuda de la dulce mentira. ¿No le parece?
Pastor Alberto Ortega